Gran Perdón, la Virgen del Lazo Rosa

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Los cultos en honor a María Santísima del Gran Perdón ponen el colofón a los actos que celebran los 75 años de la reorganización de la Hermandad. Esta efeméride no celebra únicamente esto, sino la entrada oficial de nuestra titular mariana en el título de la Hermandad. Sin embargo, no fue hasta la década de los años ochenta, cuando comenzó a tener unos cultos institucionalizados por estatutos.

Desde entonces, Funciones principales, triduos, septenarios extraordinarios e incluso, Besamanos solidarios han ido cimentando la devoción en nuestra bendita Madre, que ha pasado de ser la Virgen del Prendimiento a ser María Santísima del Gran Perdón, construyendo su propia personalidad dentro de la Hermandad.

Redactando este artículo me encuentro repasando mentalmente la historia de la Hermanad para encontrar un punto de inflexión que haya marcado a nuestra Sagrada Titular, podría decir que los años ochenta porque empezaron a poner el foco en Ella, pero personalmente me quedo con el Viernes de Dolores de 2015, con el primer acto institucional con mujeres que estaban padeciendo o habían sufrido cáncer de mama.

En ese momento empezó a crearse una unión que trasciende lo meramente cofrade en el sentido mundano de la palabra. La Virgen del Gran Perdón ya no era un icono de los Hermanos del Prendimiento y los vecinos del barrio de Capuchinos, ya no era un trono grande surcando las calles el Domingo de Ramos, es la unión sagrada entre la devoción religiosa y la lucha contra una de las enfermedades más desafiantes de nuestra era. Es un mensaje de esperanza, de amor y de fortaleza que traspasa fronteras.

La transformación en la Virgen del Lazo Rosa es el motivo central de este culto presidido por María Santísima del Gran Perdón desde el Altar Mayor de la Parroquia de la Divina Pastora. Azucenas, nardos, rosas y orquídeas en tonos blancos y rosas adornan las ánforas de las que penden dos lazos del mismo color para recordarnos que incluso en los momentos más duros hay un puente indestructible que nos lleva ante sus ojos misericordiosos para darnos esa fuerza y el consuelo necesario para seguir adelante y superar los pesares.

Álvaro Muñoz Rivas

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