Cuenta la leyenda, que el dios Cronos cada vez que nacía un hijo suyo lo devoraba sin piedad porque sabía que por voluntad del destino, un descendiente lo destronaría y lo mataría, tal y como él hizo con su progenitor. Cuando Zeus nació, su madre confió al niño a las Ninfas para evitar que su padre se lo comiera. Con ellas pasó su infancia, lo colmaron de bienes, las abejas le llevaron miel e incluso la cabra Amaltea lo alimentó con su leche. Cierto día, jugando con Zeus, se rompió parte de su cornamenta. El joven, que la quería con todo su corazón, quiso compensarla con la abundancia de riquezas que emanaría de su asta rota.
Durante la época Antigua, tanto en Grecia como en Roma, el cuerno, también llamado de la abundancia, empezó a asociarse a divinidades que lo portaban en señal de los dones que otorgaban. Sin embargo, si buceamos en la tradición de otras civilizaciones, nos encontramos también con otros objetos que son portadores de bienes y gracias. El caldero, en la cultura celta, es símbolo de abundancia y el cuerno vikingo, dador de sabiduría e inspiración poética.
En el mundo católico, debido a la mimetización de otras tradiciones, no tardó en aparecer ese objeto dador de bienes. Cuenta un texto apócrifo del siglo IV, la historia de José de Arimatea, mencionando el tiempo cuando el emperador Tito marchó al frente de sus legiones a Jerusalén y lo encontró encerrado en una torre para que muriera de hambre al ser acusado por los judíos de haber sustraído el cuerpo de Jesús. Sin embargo, gracias a la copa con la que recogió la sangre del Nazareno se pudo mantener vivo, ya que fue su sustento. Según el propio texto, durante el cautiverio recibió la visita de Cristo resucitado, instruyéndole en la impartición de la Comunión.
En la actualidad, el cáliz se usa en la Eucaristía y por medio de ella, los católicos recibimos la gracia suficiente para cumplir con los mandamientos, y además, obtener la salvación eterna.
Este pequeño repaso nos lleva a la temática central de los cultos en honor a Nuestra Madre del Gran Perdón, que no es otra que María como tesorera de todas las gracias divinas. La Hermandad del Prendimiento pretende con el exorno floral hacer alusión al cuerno de la abundancia. Si nos fijamos en las ánforas, de ellas manan una enorme variedad de flores: rosas, orquídeas, hortensias, brunia, etc. frutos como la granada o plumas de pavo real simbolizando sabiduría, pureza e inmortalidad.
Álvaro Muñoz Rivas