Todavía lo recuerdo como si fuese ayer, estábamos celebrando un cumpleaños en casa de una hermana de la Cofradía, cuando el entonces Hermano mayor de la Cofradía (Pedro Gallego), nos lanzó un reto a todas las mujeres que allí estábamos y que éramos hermanas de la Cofradía.
Ese reto, portar el trono de traslado de nuestros Sagrados Titulares, significaba un orgullo enorme como hermana de la Cofradía. Recuerdo que el Hermano Mayor lo lanzó, como un reto creyéndose que lo íbamos a tomar como un comentario sin respuesta, aunque sabíamos de la fuerte apuesta que estaba haciendo Pedro por la incorporación de la mujer a la Semana Santa malagueña, y por tanto la respuesta no se hizo esperar y aquel bendito año empezamos saliendo aproximadamente 30-35 mujeres , y ya hace un par de años se tuvo que agrandar los varales porque ya somos cerca de 100 y con lista de espera.
Empezamos con “miedo” al que dirán, pero siempre con responsabilidad y con seriedad, nunca hemos pedido ni un pulso ni nada que se asemeje (el primer año que se realizó nos pillo por sorpresa).
Describir con palabras lo que se siente bajo los varales de ese cada vez más grande “trono» es para mí difícil, porque se suceden muchísimas sensaciones que te recorren todo el cuerpo y la mente, sensaciones que fortalecen mi fe cristiana y que me exigen responsabilidad bajo los varales.
Son tan fuertes esas sensaciones, que llevo ocho años diagnosticada de una enfermedad que teóricamente me imposibilita para portar el trono, y contradiciendo la opinión del médico y sacando fuerzas de donde ya no me quedan, todos los años digo que va a ser el último, pero es muy difícil dejarlo.
Sé que por esta razón y por la edad, está cerca la hora de decir adiós a mis compañeras, por eso me llena de enorme satisfacción poder escribir estas líneas para animar a todas y a las nuevas que vengan para que sigan portando a Jesús del Prendimiento y a María Santísima del Gran Perdón, y pedirles que en nuestro bello recorrido siga siempre prevaleciendo el orden, el respeto, la responsabilidad, y el amor a Jesús y María que siempre nos ha caracterizado.
Gracias.
María Del Carmen Del Pino Pérez