Atavío de María Santísima del Gran Perdón – Semana Santa 2025

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En esta Semana Santa de 2025, María Santísima del Gran Perdón se nos presenta en su trono como un verdadero altar itinerante de belleza, fe y simbología. La dulzura de su rostro, enmarcado por un tocado dispuesto en cuidadas tablas, se complementa con un ajuar que narra, evoca y conmueve.

La Virgen aparece vestida con su saya de terciopelo azul, magistralmente bordada en oro fino y sedas por José Miguel Moreno en 2012. Ese azul —símbolo de pureza, cielo y realeza mariana— se convierte en soporte de una exuberante decoración vegetal donde acantos y roleos componen un “hortus conclusus”, evocación del jardín cerrado que representa la virginidad y la maternidad divina.

Sobre sus hombros descansa el manto procesional de 1964, bordado en oro sobre terciopelo del mismo azul profundo, armonizando con la saya y otorgando una unidad visual serena y majestuosa. La riqueza de sus bordados se ve abrazada por la toca de sobremanto (2004), obra delicadísima en malla y oro fino, diseñada por Eloy Téllez y ejecutada por el Taller de Empleo. Juntas, estas piezas dan forma a una visión donde la grandeza no opaca la devoción, sino que la enmarca y la exalta.

La corona de procesión de María Santísima del Gran Perdón fue diseñada por Eloy Téllez y ejecutada por Alejandro Borrero. La pieza está realizada en plata de ley dorada y calada, enriquecida con circonitas, perlas, aguamarinas, nácares y una amatista. De estilo imperial, presenta un canasto con una capilla central que alberga una imagen en miniatura de la Inmaculada Concepción, escoltada por azucenas, y una ráfaga de rayos flamígeros que surgen de cabezas de ángeles talladas en marfil. En el centro destaca un corazón traspasado, símbolo de los Siete Dolores de María, rematado por una bola del mundo en marfil coronada por una cruz.

Pero es en los detalles de su ajuar donde se revela la historia íntima de un pueblo que ama a su Madre. El pectoral que la Virgen porta sobre su pecho (2008), cruz de orfebrería en oro engastada con aguamarinas y perlas naturales, nace de los anhelos y donaciones de sus devotos. No está sola: la rodean el broche del anagrama «Ave María» (2009), también en aguamarinas, y el delicado broche de la Inmaculada (2021), obra pictórica en miniatura rodeada por orfebrería vegetal en plata sobredorada. Todos ellos comparten un mismo lenguaje visual —aguamarinas, perlas, oro— que no es casual: es una firma, una identidad estética, fruto de una visión compartida y cuidadosamente cultivada.

Ese universo de gemas celestes se prolonga en las pulseras que sostienen la cruz pectoral (2016), piezas de orfebrería decoradas también con aguamarinas, perlas y circonitas. Completan su indumentaria las puñetas y el pañuelo de encaje de bolillo, trabajados a mano.

Y entre tanta joya, el lazo rosa de la AECC permanece siempre presente, bordado en sedas y oro fino, como símbolo de esperanza y de lucha. Porque en María, Madre del Gran Perdón, caben todos los dolores, todos los nombres, todas las causas.

Pero también la luz que la acompaña habla. Este año, en su candelería, brillan con especial fuerza tres Marías, las velas más altas y cercanas a su rostro. Cada una de ellas encierra un motivo profundo: una se ofrece como homenaje al Centenario de la Hermandad, testimonio de un siglo de fe y compromiso colectivo; otra arde bajo el lema “Lágrimas de Vida”, en apoyo a la causa de los donantes de órganos, un gesto de generosidad que da vida incluso desde el dolor; y la tercera lleva grabada la inscripción “Luz de Esperanza”, evocando el Año Jubilar de la Esperanza, que toda la Iglesia vive como una invitación a renovar la fe con alegría. Así, la candelería se transforma en un altar de intenciones, donde cada llama es oración, y cada oración, ofrenda.

Y todo ello encontrará eco a sus pies, en la flor que adorna su trono. María Santísima del Gran Perdón será escoltada por una selección floral de gran delicadeza, donde las rosas, rosas de jardín, calas, orquídeas phalaenopsis y cymbidium, hypericum, astilbe y hojas de cineraria llenarán de perfume y color las ánforas y crateras. En el frontal del trono, una composición más sobria y solemne con calas blancas, hypericum, rosas y hojas de cineraria reforzará el protagonismo de la Virgen en su caminar. Un conjunto floral que, como su ajuar, no solo embellece: también expresa.

Así, vestida como Reina y Madre, María Santísima del Gran Perdón recorrerá de nuevo las calles de Málaga, derramando consuelo, recogiendo oraciones y recordando, con cada paso, que el perdón no es solo un atributo divino: es también una forma de amor.

 

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